La huelga de examinadores de tráfico ha generado una trifulca pasada por alto por los principales medios de comunicación. Aunque la no cobertura del proceso no significa que no haya ocasionado terribles perjuicios a un determinado gremio y a su clientela. En esta página, analizamos en profundidad todo lo que ha dado de sí el paro de los funcionarios desde las diferentes perspectivas involucradas. Porque la reciente decisión d desconvocar la huelga no ha suscitado el cese de retrasos, problemas..
La demanda, en ocasiones, lleva a la promesa y la promesa, en ocasiones también, al incumplimiento o a malentendido (mal)intencionado. A día de hoy, la huelga ha finalizado para dejar de recrudecerse con una cadencia insospechada. Los examinadores persisten en sus demandas, las autoescuelas sufren y los alumnos esperan. Indefinida es la espera, así como lo son, las pérdidas económicas de autoescuelas y alumnos. Mientras tanto, las diferentes circunstancias provocan que el entorno del gremio salpicado por las protestas se convierta en una verdadera ruina desde diferentes perspectivas.
El origen del conflicto data del año 2015, cuando España se encontraba aún profundamente inmersa en la crisis económica. En ese año, el colectivo de examinadores de tráfico recibió la promesa de elevar al Ministerio de Hacienda la propuesta de que sus salarios se verían incrementados con 250€ y su jornada remodelada. Las demandas de los funcionarios fueron consecuencia directa de aumentos en los sueldos de otros grupos de profesionales que integraban el ministerio del interior.
Esa retribución o mejora aún no ha arribado a las nóminas de los empleados estatales. Y esa carencia de noticias produjo que el colectivo estableciera huelga indefinida precisamente en la época en la que el negocio de la conducción florece mínimamente. Desde junio de 2017, el sufrimiento se ha extendido alrededor del conflicto. Problemas y más problemas aparecen producto de la inacción del colectivo protestante, que decició no prolongar su período de paro a principios del mes de diciembre de este mismo año.
En términos de datos, la sensación es aterradora. Entre 110 y 120 autoescuelas se han visto obligadas, hasta la fecha, a bajar la persiana periódica o definitivamente, según la CNAE. José Miguel Báez, presidente de la citada organización, va más allá: “en enero serán 200 autoescuelas las que habrán cerrado sus puertas”. Lógicamente, el final de estos negocios y el empobrecimiento de un amplio porcentaje de otros ha generado consecuencias latentes en el empleo. Aproximadamente, Báez estima que 500 profesionales, entre administrativos, profesores y recepcionistas, han perdido su puesto de trabajo.